miércoles, 26 de agosto de 2009

El cristal que protege mi vida.


¿Fragilidad? ¿Qué es la fragilidad? ¿Qué es el dolor de ver como algo se te desliza de las manos y cae y cae hasta llegar al suelo,donde con un ruido inmenso se rompe en mil pedazos y quiebra tu cabeza? ¿Es entonces cuando echas a llorar? Justo cuando todo se rompe. Justo cuando te das cuenta que lo rompes tú. Y que sin saber por qué has ido rompiendo poco a poco, cada trocito del cristal que protege tu alma. Y quiebra como un espejo. Como el vidrio al caer al suelo. No le has olvidado, ¿verdad? Sí, si que lo he hecho. Por completo. Le he sacado de mi vida tanto, que ni me acuerdo cuando fue la primera vez que probè sus labios. Pero has vuelto a verle. Por casualidad. De paso. Ni me he acercado a saludarle. Mientes. No, no lo hago, es cierto. Tal vez, puede ser cierto. Lo es. Te lo prometo.
Son esos días que estás tan sensible, cuando eres frágil a todas las cosas que hay a tu alrededor, los que te hacen más fuerte. Son los días en los que descubres lo débil que eres, los que te hacen pensar en positivo, siempre en positivo, porque siempre hay una buena razón para seguir sin romperse.


Tú. Y ese "algún día".


Puede ser el último día que escriba en mucho,mucho tiempo. No me echéis de menos si es así...

miércoles, 12 de agosto de 2009

Maldición.

Es cierto. No era el más guapo ni el más formal. Ni tampoco era el más inteligente. Simplemente me enamoré de él. Sin un motivo, sin una explicación. Pero era un día soleado. Era el día más soleado de mi vida cuando lo vi tras el cristal de la última ventanilla. Y desde ese momento mis ojos se anclaron en los suyos y jamás volví a navegar con un rumbo fijo si no era él quien dirigía mi tripulación. Y nada mejor que el mar para comparar mi forma de amar. Mar intenso y olas variables. Un día en calma y al día siguiente tempestad. Pero tras mucho tiempo acabé olvidándolo. Y lo supe cuando no me importó nada más. Cuando acabé rindiéndome como una tonta. Como nunca lo había hecho. Lo supe cuando no me importó arrodillarme en medio de la plaza mientras mis lágrimas se confundían con la lluvia. Lo supe cuando tras llorar doce meses seguidos volvió a salir el sol y lo maldije. Malditos todos los días de sol. Y fue entonces cuando supe que el día que conociese a "ese otro" que sustituyese sus besos, sus mordiscos, su lado de la cama, sería el día más gris y estaría lloviendo...
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