domingo, 11 de abril de 2010

Llámalo X.


Allí en el horizonte, el cielo se funde con el mar. Aquí bajo mis pies, en cambio, hay tierra firme que pisar. Caminar o correr. ¿Y por qué no volar? Miro al cielo y me gustaría volver a poder alcanzarlo, rozarlo suavemente con la punta de los dedos. ¿Y las estrellas? ¿No son perfectas? Parecen estar conectadas entre sí por algo invisible, inexplicable, como tú y yo. Llámalo X. Y en algún lugar de mi mundo te imagino a tí, mirando esa misma estrella que yo me había detenido a observar. Esa que por momentos parecía apagarse, pero que ahora brilla más que nunca. Y entonces, de manera indirecta, o tal vez imaginaria, nuestras miradas se chocan con ella y se cruzan, convergen en un mismo punto finito. Y rompen el viento, las olas y todas las palabras que alguna vez puedan sustituir ese momento.


Quiero poder volver a confiar en alguien, y esta vez, de verdad, para siempre. Sin miedo a que a la vuelta de la esquina todo se vaya a la mierda.

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