sábado, 31 de octubre de 2009

Tiempo y espacio.


Pasaron los días soleados a su lado, mientras estaban juntos. Los días más intensos y calurosos. Las horas, minutos y segundos. El tiempo. El espacio. Sólo les pertenecía a ellos dos. Y derrocharlo mirándose a los ojos era el más entretenido pasatiempo. No extrañó su casa, pues su casa era él. No extrañó su tierra, le bastó su piel. Ella tardó en volver a leer su diario. Todas aquellas historias, todos los recuerdos, eran ahora su día a día. Su realidad. Él abandonó su reloj. No quería volver a saber la hora nunca más. No le importó llegar tarde a ningún sitio, porque ella era su excusa perfecta. Sin darse cuenta terminaron enamorándose. ¿Qué era el mundo comparado con sus sueños? Un grano de arena. Que se consumía en un reloj de arena y parecía que nunca se iba a acabar.



Pero un día se acabó. Los últimos granos de arena estaban a punto de llegar al polo opuesto. Y con ellos su vida, su inocencia, su pasado, presente y futuro. Recogió su ropa, todas sus cartas y fotos en aquella vieja y sucia maleta que había llegado con ella, y ahora se marchaba. También se llevó su reloj, el causante de todo, de un encuentro tardío y una despedida demasiado puntual. Se volvió a subir al mismo tren. Aquel simple y maldito tren otra vez. Sin darse cuenta de que no le conduciría a ningún sitio.



Pocas horas después su vida había terminado allí. En aquellas vías. Y su corazón se había quedado para siempre detenido en el tiempo. En la primera y última estación. En el mundo que siempre había deseado. En un instante. En una hora, un minuto y un segundo determinado. En el que lo besó por primera vez...


11 de Marzo de 2004

1 comentario:

  1. Hola cucaaa!!
    A quién saliste escribiendo tan bien capulla! jaja. Pues aqi estoy yo también con un blog...pero de fotos, que es lo que me gusta jejeje!!
    Te quiero zopencona (L)

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